A los maestros

7 de julio, 2020

Por Roberto Lerner

Enseñar, lo que hacen nuestros maestros en todo nuestro fracturado y diverso territorio, es un proceso integral. Es lo que se transmite formalmente según los mandatos y programas que vienen de arriba, pero, también, quizá sobre todo, es esa interacción llena de intensidad y ejemplo, que deja huellas indelebles en toda una generación.

Este Día del Maestro nos coge a todos quienes sabemos lo que es un aula, la renovada sorpresa de estar con nuestros alumnos día a día, la dificultad de combinar flexibilidad y disciplina, la alegría de sentir en una mirada la curiosidad por algo o la chispa de haberlo comprendido y la increíble convicción de haber dejado un recuerdo que será utilizado en el futuro de una vida, decía que nos coge con el corazón encogido.

La plataforma virtual, el aprendizaje en línea, la clase por radio o TV que nos ha impuesto la pandemia, nos dejan un vacío. Persistimos, nos comprometemos, seguimos enseñando, al mismo tiempo que nos protegemos y administramos nuestros miedos, preocupados por nuestra salud y la des los nuestros. Pero duele.

Y a pesar de todo no dejamos de ser maestros. Nos las arreglamos, inventamos, innovamos, sacamos fuerza de flaqueza, recurrimos, en realidad como siempre lo hemos hecho, a lo poco que tenemos para sacar adelante las materias de nuestra competencia. ¡Pero vaya que extrañamos a nuestros alumnos!

A todos los maestros del país nuestro agradecimiento, nuestra admiración, nuestra sentida felicitación. Estoy seguro de que cuando esto haya pasado, nos encontraremos con múltiples ejemplos de brillantez pedagógica e innovación educativa. Y sabremos reconocerlos y usar en el futuro la riqueza que en estas difíciles circunstancias los maestros peruanos han sabido crear.

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