Es lunes. Son las 3 de la mañana. Mientras para la gran mayoría de peruanos son horas de sueño, Jhony Tocas alista una pequeña maleta y se despide de su esposa y su bebé con un beso en la frente, para enrumbarse rumbo al centro educativo Ricardo Palma. Un colegio ubicado en Quengo Rio, nada menos que a tres horas de su casa en Cajamarca.
Jhony no tiene auto ni moto, así que, como cada lunes, debe subirse a un colectivo que lo lleve a dicha comunidad durante la madrugada, para llegar a las 7am y preparar sus clases de matemáticas. Apenas si le alcanza el tiempo para dejar su maleta en la habitación que una familia de Quengo Rio le alquilará hasta el viernes, día en el que nuevamente enrumbará 3 horas de viaje para reencontrarse con su familia.
Esta sacrificada rutina de Jhony inició en el 2018 cuando lo contrataron como profesor de matemáticas del nivel secundario. Pero llegó la pandemia en el 2020, y con ella una obligatoria virtualidad, que evidenció las carencias que tienen muchas familias de la comunidad de Quengo Rio y que impidió que muchos de ellos puedan conectarse a clases por internet.
Si bien los padres de algunos alumnos pudieron sacrificar y vender sus animales para comprar un celular en el que sus hijos puedan recibir sus clases o usar WhatsApp para enviar las tareas. Otros en cambio, quedaron incomunicados o apenas si pudieron usar la radio. Por ello, desde el año pasado, Jhony viaja cada quince días, para enseñarles uno a uno, resolver las dudas y dejarles tareas hasta que pueda revisarlas en la siguiente visita.
Pero la falta de internet no es la única carencia que Jhony ha visto que tienen sus alumnos. Desde el 2018 para evitar la deserción escolar, busca inspirarlos y motivarlos a soñar con un mejor futuro. Es así como, yendo más allá de su labor de docente, empezó a recaudar fondos con diversas actividades, para con ese dinero pagar la preparación y los exámenes de ingreso de sus alumnos a los principales institutos de Cajamarca.
No fue una tarea sencilla, tuvo que convencer a los padres de familia, dedicados exclusivamente a la agricultura o ganadería, sobre la importancia y las ventajas de permitir a sus hijos seguir estudios superiores. Y en el caso de las niñas, explicarles a los papás que ellas también tienen mucho potencial para diversas carreras, y no solo para ser amas de casa, como se acostumbraba.
Es así, que su idea de generar fondos para la educación superior de sus alumnos recibió el apoyo de toda la comunidad de Quengo Río, quienes colaboraron con la venta de comidas, textiles y otros productos, durante los domingos de feria en el pueblo para recaudar más dinero.
Y los resultados son tangibles. De las dos primeras promociones de alumnos de Jhony Tocas, 15 alumnos ya estudian en institutos superiores. 10 de ellos, cursan mecánica en SENATI o topografía en SENCICO, mientras 5 adolescentes mujeres eligieron las carreras de administración o cosmetología.
Pero además el impacto se puede ver también en los cinco alumnos que iniciaron sus propios emprendimientos tras terminar la secundaria. Ellos inspirados por su maestro, se han sumado a esta cadena de apoyo, contribuyendo también al financiamiento de las preparaciones y exámenes de otros chicos de la comunidad.
Jhony es hijo único. No recuerda a su madre porque falleció cuando él tenía apenas un año. Fue criado por sus abuelos, porque su padre, quien también es docente, debía movilizarse a pueblos lejanos para dictar clases. Sin embargo, gracias a ese sacrificio y modelo que vio en él estudió educación en la Universidad Nacional de Cajamarca.
Se graduó en el 2011 pero recién empezó a trabajar como docente en el 2018, porque al inicio para subsistir trabajó en construcción. Sin embargo, fue su padre quien lo motivó a seguir su sueño de ser educador y fue así como llegó al colegio Ricardo Palma. Es por eso, que busca motivar también a sus alumnos a seguir una carrera, empoderándolos y demostrándoles que ellos también pueden trascender más allá de la escuela.
Jhony Tocas es el ganador de “Maestro que deja huella 2020-2021” y lo que le entusiasma más de recibir el premio de 35 mil dólares, es compartirlo. No solo lo invertirá para mejorar la calidad de vida de su familia, sino también desea usar una parte de su premio en el futuro de sus alumnos y mejoras en la escuela.
Jhony probablemente siga levantándose a las 4 de la mañana para enrumbar tres horas hacia la casa de sus alumnos en Quengo Rio y revisar las tareas que le dejó en la visita anterior. La diferencia ahora será, que gracias al auto que también ganó en “Maestro que deja huella”, podrá hacerlo manejando, sin tomar un colectivo, y junto a su familia, con quienes desea compartir más tiempo que solo los fines de semana.
Tu comentario se ha enviado de manera satisfactoria.