“(…) los mentores deben combinar dos características que no abundan, sobre todo en quienes por definición tienen el poder del saber (…). Me refiero a la generosidad y el control de la envidia”.
Cuando uno pregunta a la gente por aquello que valora en la vida, muchos, en realidad la mayoría, responden que no quisieran pasar desapercibidos, tener un impacto. La familia, donde los genes y la crianza convergen y aseguran continuidad, pero también la reputación que generan nuestros actos en el trabajo y la comunidad, tienen que ver con la marca que hacemos y dejamos. Estamos hablando de trascendencia.
Una de las condiciones que hacen que una época sea productiva, creativa y recordada, es que quienes inician el camino de la vida, además de progenitores, tengan cerca a mentores. Se trata de individuos que coordinan espacios de aprendizaje que van más allá de conocimientos y técnicas. Sí, enseñan y corrigen, pero no solo eso. Son modelos y referentes. Ejemplos de cómo ejercer un oficio en la vida colectiva, de cómo administrar herramientas materiales y conceptuales dentro de un grupo, de cómo resolver dilemas morales en la práctica de un saber.
Y más allá de lo anterior, los mentores deben combinar dos características que no abundan, sobre todo en quienes por definición tienen el poder del saber, el prestigio de un lugar privilegiado en la jerarquía comunitaria y la capacidad de promover u obliterar el desarrollo de quienes son aprendices. Me refiero a la generosidad y el control de la envidia.
El mentor que cumple su papel es quien goza cuando alguien aprende antes que mostrar lo que él sabe y el otro no. Es quien detecta el potencial de quienes con toda probabilidad terminarán superándolo, pero que los alienta a seguir su camino, incluso si sabe que sus logros terminarán opacando los propios. Pero, sobre todo, es quien despierta en sus aprendices las ganas de hacerles sentir a los que vienen después, en la siguiente generación, lo mismo que ellos sintieron en el proceso de aprendizaje.
En otras palabras, quienes convierten a sus alumnos en futuros maestros. Los mentores son maestros que dejan huella. Es justamente el nombre de un concurso, Maestro que deja huella, que cumple su décimo sexto año encontrando a uno de esos notables mentores en cada región de nuestro país, profesores, directores y subdirectores del sector público, para premiar a uno que por su práctica educativa destaca de manera especial.
En mi condición de miembro del comité técnico del mencionado concurso, tengo el privilegio, cada año, de escuchar a los maestros que dejan huella: creativos, valientes, comprometidos, motivados y resilientes. Verdaderos mentores.
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