Por Roberto Lerner
El gran actor Will Smith le mete un cachetadón al presentador en la entrega de los Oscares. Fue una broma entre comediantes, pero nadie está en estos días para aguantar pulgas. Los ejemplos de conductas que podrían quedar inmortalmente viralizadas en videos abundan. Especialmente en aquellos espacios en los que un grupo relativamente pequeño de especialistas —que también son servidores en el sentido más amplio de la palabra— deben regular la conducta de quienes se encuentran dentro de sus límites.
¿De qué hablo? Por supuesto, hoteles, hospitales, aviones y… escuelas. Pobres azafatas, pilotos, médicos, enfermeras, guías de turismo y… profesores. Los primeros tuvieron tiempo de practicar, pero los que estuvieron más tiempo alejados de su quehacer, muy poco. En nuestro país han pasado pocos días desde que se regresó a la educación presencial y ya, por lo menos en esos radares de disfuncionalidad que son los consultorios psicológicos, aparecen señales ominosas.
Por el lado de sufrir, el aumento de cuadros de ansiedad generalizada, ataques de pánico, y estados de ánimo depresivos sigue las tendencias mundiales, vale decir, alrededor de 70%, sobre todo en el caso de adolescentes mujeres. Por el lado de hacer sufrir, el matonaje y la transgresión de normas, sobre todo en varones, se han disparado.
Es que luego de estar fuera de las canchas durante dos años, los chicos están nuevamente en ellas con la excitación propia de un gran encuentro pero sin haber entrenado ni una sola vez. De una concentración que duró más de 700 días a una final con todos los ojos puestos en ella. Con los padres de barristas exigentes, aliviados por no tenerlos en casa, los nuevamente jugadores se preguntan qué reglas han cambiado e, incluso, si van a practicar el mismo deporte.
Si a lo anterior añadimos que muchos dejaron el estadio a los 10 y regresan a ellos a los 12, el viaje no es solamente en el espacio sino también en el tiempo. El niño aprendiz solitario en casa pasa a ser el adolescente aprendiz agrupado en la escuela. Quienquiera que deba asumir el único término que se repite sin tomar en cuenta los demás que han cambiado, no la va a pasar nada bien.
Así como la pandemia fue mucho más que un asunto de salud, la post pandemia en la educación es mucho más que un asunto de pedagogía. Por ello, es indispensable que podamos poner nombre a ese mucho más, permitir que los chicos reflexionen sobre lo que significa volver a aprender en aulas —sobre todo desde el punto de psicosocial— y trabajar con los maestros las maneras de aminorar el impacto del largo alejamiento.
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